domingo, 19 de enero de 2014

EL COMERCIO DE LA ÉTICA

La ética corporativa en las empresas, surgió en la década de los 70 en EE.UU, precisamente en uno de tantos países donde la ética brilla por su ausencia.

El propósito de aplicar la ética bien entendida en los negocios, es mantener de forma ineludible el compromiso social y la honestidad con las personas, buscar el bien común y la mejorar de la sociedad, sin que por ello dejen de maximizar sus beneficios. Esta filosofía la llevan a cabo todas las personas, independientemente de su grado y status, que colaboran en estas organizaciones y actúan respetando estos parámetros.




Las empresas que practican esta forma de entender las relaciones comerciales, resultan incómodas para las que actúan bajo intereses especulativos y partidistas, por este motivo subyacen en el anonimato y las condenan al ostracismo. Si se pensara las consecuencias que conlleva la falta de ética a la hora de cumplir con responsabilidades sociales, políticas y económicas, nos daríamos cuenta del sufrimiento que origina en las personas la falta de ética.

En una sociedad mercantilista como la nuestra, donde sólo importa ganar dinero caiga quien caiga, la ética vende mucho y las entidades financieras lo saben. Los bancos dieron con la fórmula para esconder sus indecencias bajo el estandarte de la ética y les funcionó durante un tiempo para vender seguros extraños, acciones infravaloradas, planes de pensiones que quizá la gente no cobrará nunca, depósitos irrescatables, productos financieros tóxicos etc. Desde la ética y el compromiso social colaron todo, hasta que llegó la estafa de las preferentes.

Su “particular ética” publicitándola en sus escaparates y a través de la coacción de sus empleados que sabían que la confianza de sus clientes era el salvoconducto para colarles cualquier cosa, fue servida como guarnición en todo plato que ofrecían, aunque estuviera envenenado.


 

Actualmente el gancho financiero de la ética, no cuela, al contrario, se ha convertido en un efecto boomerang. El uso que han hecho de ella, ha sido tan irresponsable y delictivo, tan patético, que se ha vuelto un arma arrojadiza contra su perversa actividad disfrazada de obra social.

Sin temor a equivocarme, el modelo de ética que practican los bancos está inspirado en la Cosa Nostra. Al fin y al cabo, la mafia también tiene su código ético que cumplen a rajatabla las diferentes bandas. Hay una pequeña diferencia, los bancos no descargan munición sobre sus clientes en el sentido real de la palabra, como hace la mafia en las calles por “el ajustes de cuentas”, pero el resultado es el mismo, la banca mata igual.

Hoy nadie pone en duda, que los bancos no son mejores que los bajos fondos del hampa italiana. Ambos engañan a su favor y en detrimento de sus clientes. Ni la mafia ni los bancos prestan dinero si saben que no van a cobrar. El hampa de la mafia tiene matones entrenados para amedrentar a sus deudores y cobrar las deudas que contraigan sea como sea , pero los bancos también tienen los suyos. Sus matones son los que promulgan las leyes que les dan carta blanca para extorsionar y hacer cualquier cosa para cobrar. Por eso se les permite robar los bienes (las casas) que colocaron a miles de familias en un momento que les conveniencia a ellos. No fueron motivos sociales por los que adjudicaron hipotecas a los más desfavorecidos sin ton ni son. Aún sabiendo de antemano, que muchos de ellos no podrían pagar en el futuro, se las colocaban hasta sin avales. Sabían que podrían arrojarlos a la puta calle desde el impago de la primera cuota, contaban con la protección de los matones que promulgarían las leyes acordes a sus intereses.




No cabe duda que la Cosa Nostra, ha sido el modelo empresarial que ha seguido la banca. Las consecuencias de su delictivo comportamiento, la ha llevado a que ninguna entidad tenga reputación ni credibilidad. Su avaricia desmedida y la escasa materia gris de sus descerebrados dirigentes, hará difícil que los bancos aprendan que no tratan con mercados abstractos, sino con personas. Precisamente por esto, la cultura de la honestidad debería ser la práctica estándar en el negocio de la banca.

La mayoría de las entidades financieras asocian el éxito con el fraude y la apropiación de lo ajeno. Deberían sopesar si el éxito no vendría dado si caminaran en la dirección opuesta, utilizando el dinero de sus ahorradores en mejorar la vida de las personas, cuidando el medio ambiente y financiando proyectos en beneficio del interés colectivo. Todo sería mucho más razonable y sostenible, que seguir invirtiendo en mercados especulativos que arruinan a tanta gente y las hace sufrir y hasta perder incluso su vida.



Luisa Vicente Santiago